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Todavía sigo conservando, no se por que, en el escritorio de mi ordenador dos de nuestras conversaciones. Son conversaciones especiales y no precisamente por que sean bonitas, si no por todo lo contrario.
Conversaciones que leo de vez en cuando, que me hacen sentir lo mismo que ese día; la misma rabia, la misma tristeza y el mismo miedo...
La rabia de no poder decirte todo lo que tendría que haberte dicho, por todo lo que estaba pasando, por que mientras tecleaba me temblaban las manos; tristeza por haber llegado hasta esa situación y por no gustarme el final que veía venir.
El miedo, simplemente, era a perderte, a perder tu sonrisa, a perder tu amistad...